(Texto y fotos publicadas el 2 de abril 2020)
En la noche del viernes 13 de Marzo del año 2020 en Atenas, los móviles se encendieron y sonaron una alerta al unísono. Se encendieron las pantallas con una alerta que titulaba "emergencia extrema" con petición al usuario a quedarse lo más posible en casa para evitar contagios. Esto sucedió el mismo día que la OMS declaró Europa el nuevo epicentro de la pandemia. Un momento extraño, una alarma omnipresente que nos hace sentirnos dentro el panóptico. Una sensación que permanece. En las noticias, quédate en casa; los anuncios en la televisión, quédate en casa; un logo permanente en la esquina de la pantalla, quédate en casa; a lado de la hora en tu móvil, quédate en casa.
Quédate en casa, si tienes una. Cuando 42 mil refugiadas y refugiados siguen hacinados en campamentos hechos para menos del 10% de quienes ahí viven. Y no sólo es que las condiciones de los campamentos como el de Moria son inhumanas, sino que la política neofascista del gobierno actual les acosa, violenta, viola, tortura y mata. Aunque la población migrante, una de las más vulnerables en el mundo, debería ser prioridad de protección en estos momentos, gobierno la señala como el enemigo a atacar. Reforzar las fronteras por la salud de toda Europa, dicen.
Vivir en un infierno es ya una constante para las personas migrantes, a quienes el año pasado les desalojaron de las casas de refugio en las ciudades para hacinarlos en las islas. Este año les revocaron sus derechos a la atención médica pública cuando dos centenares de niñas y niños urgían de atención por enfermedades crónicas y complejas como las del corazón, epilepsia y diabetes. También se reportó la operación de grupos neo-nazis alrededor de los campamentos, violaciones, violencias e incendios. Después de uno de estos fuegos, y bajo las cenizas, se encontró el cuerpo de un niño de 6 años.
Y así nomás, dicen, quédate en casa. Sin dirigirse a la gente que lucha por su propia vida de forma permanente. La gente que está en búsqueda de un hogar cuando el propio le fue arrancado y en Europa le niegan uno. Como si ni valiera la pena mencionarles o que el cubre bocas se lo hubieran puesto en los ojos, cegados a la realidad de muchas personas sin patrimonio o acceso a derechos básicos. Aunque la prohibición al libre movimiento no es nueva para los migrantes en Europa o Centroamérica, por ejemplo, se esperaría que ante una crisis sanitaria mundial la flexibilidad de las fronteras fuese diferente.
Pero no. Lo que la pandemia nos ha mostrado es que las fronteras siguen cerrándose y que la vigilancia de los cuerpos que cruzan sólo es más férrea y va en aumento. Una sociedad que ante un panorama cuasi apocalíptico, se aferra aún más a lo que posee y al esfuerzo de mantenerlo sólo para sí misma. La pregunta no es ¿cómo llegamos hasta aquí? si no, ¿cómo regresar a la normalidad? Cuando esa normalidad representa la muerte y violencia constante para la gran mayoría de quienes habitamos el planeta tierra.
Por lo pronto, aquí en Atenas habito una casa donde tengo el privilegio de vivir bajo un techo, con espacio suficiente de aislamiento y servicios básicos que permiten la rutina de higiene necesaria para evitar el contagio de covid-19. Desde aquí miro, en tránsito en la caótica Atenas. Un hogar que no es el mío pero en el que he aprendido a mirar mejor, a sentir más, a traer a la memoria las luchas de mis territorios, las fronteras y de quienes migran. Donde con ojos abiertos veo las desgracias del capitalismo patriarcal y escucho ecos constantes de infiernos como este. Pienso en las hermanas y hermanos de Centroamérica detenidos en las fronteras de México, quienes sufren la guerra en Gaza, los agricultores africanos en Italia o la gente de Nairobi, Kenia, que viven en asentamientos informales y aquellos que van de paso o saliendo de Bangladesh.
Yo me quedo en casa porque tengo el privilegio de hacerlo. Superpongo mi mirada porque es así como lo siento, yo también estoy de paso, no estoy ni aquí ni allá, pero en todos lados y en todos los hogares que llevo conmigo. Solidaridad a todas las personas que luchan por vivir en contra y a pesar del racismo, sexismo y la explotación que existe en nuestro mundo.
Descripción de collages
Imagen 1: "Estamos con los migrantes" dice la primer fotografía tomada en una movilización feminista antifascista el 3 de marzo, donde se colocaron barcos de papel que en segundos se tragó la fuente de Syntagma en Atenas. La imagen está superpuesta a la ventana de la cocina del departamento en el que por ahora vivo.
Imagen 2: Unas niñas juegan con guantes en el patio de los vecinos de abajo. Aunque nos quieren cegar a la realidad, como la imagen satelital de google nos ofrece una imagen con el campo de refugiados de Moria pixeleado, las fronteras son más visibles que nunca.
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